Por Adriana D’Angelo
Esperanza Ardila es originaria de Medellín, Colombia, y emigró a los Estados Unidos en el año 2004 tras la búsqueda del sueño americano. Haciendo honor a su nombre, llegó a este país llena de esperanzas, e inmediatamente comenzó a trabajar para poner en marcha su plan de tener una vida mejor. Pero dejaba atrás a sus seres queridos, incluyendo a sus dos hijas, padre, hermanas y demás familiares.
Su vida transcurrió con la misma normalidad de cualquier inmigrante recién llegado. Rápidamente pudo comprar su primera casa en Golden Gate Estates, y poco a poco se fue encariñando con esta tierra que nos recibe a todos y en donde se pueden encontrar amigos de cualquier parte del mundo.
Pero a principios del mes de septiembre del año 2007 ocurrió algo que cambiaría el curso de su vida. Tras varios días de sentir intensos dolores de cabeza, Esperanza se trasladó a una de las sedes del NCH (Naples Community Hospital), donde luego de varios exámenes y evaluaciones de rigor, se le informó que tenía un tumor en el cerebro, que debía ser extirpado lo antes posible.
El cerebro de la colombiana de 52 años de edad, presentaba un glioblastoma multiforme, el tejido canceroso cerebral más agresivo que se conoce, en un grado cuatro, por lo cual le daban una esperanza de vida de entre 8 a 12 meses.
A pesar de estar frente a un diagnóstico aterrador, Esperanza recuerda que el día en el que fue trasladada al hospital donde sería intervenida quirúrgicamente no sentía miedo, sino más bien una inmensa tranquilidad interior. “Era una mañana muy hermosa y yo sentía mucha paz. Estaba agradecida con Dios, porque yo sabía que Él ya me había sanado. De alguna manera yo presentía que ese no era el final de mi vida, y realmente no lo fue, porque después de esa exitosa operación, sigo aquí, y tuve un proceso de recuperación mucho mejor del que los médicos esperaban”, explicó Ardila.
Gracias a su profunda fe en Dios, la ayuda de varios médicos especialistas, entidades de salud que le han prestado servicios incondicionales (como el Neighborhood Health Clinic ; el Cancer Alliance of Naples que le da una pequeña ayuda financiera mensual para sus gastos personales; y Curascript, que se ha encargado de donar los tratamientos de quimioterapia, entre otros), los cuidados de su hermana Gloria Ardila, quien viajó desde España, dejándolo todo, para encargarse directamente de sus cuidados, y el apoyo espiritual de su iglesia “Asamblea de Dios”, liderada por el Pastor Ricardo Chaparro, Esperanza no sólo ha sobrepasado el diagnóstico de vida que le daban los médicos, sino que 14 meses después de esa terrible noticia, sigue viva y dando testimonio de fe y de amor a todos los que le rodean.
Sin embargo, medicamente el problema no ha llegado a su final. Después de largos meses de radio y quimioterapias que la mantienen sumida bajo los desagradables efectos secundarios, en Octubre de 2008 le notificaron la aparición de un nuevo tumor, de menor tamaño, alojado detrás de donde se encontraba el anterior. Según este nuevo diagnóstico, a Esperanza sólo le quedarían 6 meses de vida.
“A pesar de que estoy consciente de mi condición de salud, yo me declaro sana, porque tengo la fortaleza de Dios. Estoy segura de que no hay nada imposible en sus manos, siempre y cuando le pidamos con mucha fe y amor. No puedo negar que tengo momentos de mucha angustia, agotamiento físico, a veces sufro de olvidos, insomnio, y me dan taquicardias, pero sé que eso es parte del proceso de mi sanación”, aseguró Esperanza Ardila.
Esperanza no tiene seguro médico, está incapacitada médicamente para trabajar y carece de cualquier ayuda del gobierno, es por eso que está a punto de perder su casa, y el sueño americano comienza a desfigurarse para ella, pero no así sus ganas de vivir.
Al finalizar esta entrevista viajó a Carolina del Norte para encontrarse con su hija Juliana, casada con un ciudadano americano. En el mes de diciembre viajará a Colombia, gracias a la generosidad del Neighborhood Health Clinic, que le donó el boleto aéreo, y allí verá a su otra hija Ana María, para pasar unas navidades inolvidables en la tierra que la vio nacer y crecer.
“Yo disfruto cada día como si fuera el último, aunque no lo sienta así. Todavía no sé si regresaré, pero me voy muy agradecida con este país, con mi iglesia, mi pastor, los médicos que me han ayudado desinteresadamente y con todas las personas que me han apoyado en las buenas y en las malas… estoy contando los días para volver a mi casa, sé que allá la voy a pasar muy bien”, finalizó Esperanza Ardila.
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