Por Adriana D’Angelo.
Las mujeres, y ahora ya también muchos hombres, contamos con un sexto sentido para identificar aquellos objetos de la moda a los que fácilmente sucumbimos. Simplemente hay zapatos que no pueden pasar inadvertidos.
¿Qué es lo primero que viene a la mente de una shoeaholica cuando ve la planta de un zapato color rojo intenso? Christian Louboutin. Y es que estos genios del mercadeo han hecho que sus creaciones se conviertan en íconos imprescindibles para ser “bien vistas” en sociedad.
A diferencia de otros diseñadores, Louboutin, por ejemplo, busca que sus zapatos sean vistos como obras de arte que impresionen y queden grabados en la memoria, y no como simple objetos de moda.
Por su parte, Manolo Blahnik, busca añadir a la belleza del calzado otros elementos, como la innovación de estilos del pasado, la textura tanto en materiales como en el corte y superposición de los mismos, y el sex-appeal que los mismos transmitan. Para este diseñador español, el secreto para mantener la sexualidad en los zapatos es mostrar un poco –no toda- la división de los dedos (lo cual vendría siendo el equivalente al “escote” en los pies), y un buen tacón, el cual debe sentirse cómodo y transmitir seguridad al caminar aún cuando sea de 12 centímetros.
La reina del Pop Madonna calificó en una ocasión los zapatos de Manolo Blahnic como mejores que el sexo.
Pero la fama no les ha llegado de la nada. Todos estos magníficos creadores de magia para nuestros pies han trabajado y estudiado por años para llegar a millones de closets alrededor del mundo. Blahnik cuenta con más de 20 años de trayectoria analizando el proceso completo de creación, desde el diseño en el papel hasta la ejecución del mismo con el uso de máquinas de coser, tijeras, agujas, e incluso tallando con sus propias manos los materiales con el fin de convertir en realidad sus más descabelladas visiones, como el caso de los modelos adjuntos.
El francés Christian Louboutin, de 49 años de edad, comenzó sus diseños en la adolescencia, abandonando incluso sus estudios y dedicándose a persiguir su ambición de diseñar. En la década de los ochenta realizó trabajos freelance para Chanel, Yves Saint Laurent, and Maude Frizon. Abandonó el mundo de la moda por unos años hasta que en 1991 abrió su primer atelier en Paris, teniendo nada más y nada menos que a la Princesa Carolina de Mónaco como primera cliente. Él también persigue la meta de hacer que la mujer se vea y se sienta sexy, haciendo que sus piernas se perciban lo más largas que se pueda, con tacones de altas dimensiones.
Jimmy Choo pertenece a una familia de zapateros de origen chino, es ciudadano de Malasia y reside en Inglaterra. Hizo su primer par de zapatos cuanto tan sólo contaba con 11 años de edad. Cuenta que pudo estudiar en el Cordwainers’ Technical College de Londres (actualmente parte de la Escuela Superior de Moda de Londres) gracias a su trabajo en restaurantes y como limpiador en una fábrica de zapatos, de lo contrario no hubiese podido costearse la carrera. Cuesta creer que así inició una compañía que hoy en día tiene proporciones millonarias.
Y así como estos tres íconos del calzado moderno, existen cientos de diseñadores que actualmente (o quizás desde hace muchos años) están tratando de crear productos que los hagan emblemáticos y les compren un boleto directo hacia el closet de millones de clientes amantes del buen vestir.